lunes, 26 de julio de 2010

La vida bajo el agua

 


Play, please. 




- ...Es el paradigma de tu generación.
Ese sentimiento interior de que cualquier cosa, cualquiera, es posible. Un universo de posibilidades que, al final, en nada quedan: Escalar el Everest, estudiar japones, pintar, escribir, explorar cualquier selva interior...sin embargo, para las pequeñas decisiones de la vida, os abandonáis a una apatía sin sentido que os deja agotados antes de empezar; carentes de voluntad. Es esta vida común y corriente a la que no os abrazáis, no os comprometéis; familia, amor, vosotros mismos. Bajo esa falta de valor que os caracteriza a todos subyace la simple pereza pero, también (en algunos) el deseo no verbalizado de dejarse llevar hacia el vacío, de hundirse en una noche interminable de los 90.-


Cierro los ojos y casi puedo veros. 
Música atronadora y, mientras, la mente está en silencio. Cuerpos alrededor que se mueven al ralentí, mientras lo que sea va haciendo su efecto. Caminando por las calles oscuras, saludando a conocidos que nunca fueron amigos, con los bolsillos finalmente vacíos. Y sin mayor ansiedad que la que produce el bajón que anuncia la llegada de un nuevo día, perdidos en esa deliciosa melancolía, creyendo un ser las cosas eternas. Sólo rogar que no os atrapen los engranajes de la sociedad bastarda que os parió a todos, y poder dejarse llevar hasta la oscuridad y hasta el fin.


Cae la noche. Por la ventana veo nubes gris grafito festoneadas de púrpura, lejanas, mullidas, como algodones dulces de feria. Un inmenso diorama. Más abajo, los feo rectángulos enhollinados de los edificios de viviendas, como cajas de zapatos de infinitas formas y tamaños, apiladas sin ton ni son. Y, al final del todo, cochecitos de juguete con sus insultantes luces recién encendidas iluminan el asfalto, brillante por la lluvia,  con temblorosos cordelitos de colores. Vuelvo mi vista hacia arriba, pero los colores del cielo ya han cambiado, palideciendo. Se ve un lucero. Nos estamos quedando en penumbras y tu rostro ya es, apenas, el esbozo de un pómulo, y el perfil de tu nariz contra el oscuro fondo.
- Hay un sentimiento que es muy mío- suspiras-, no lo sé describir muy bien. No es melancolía. Lo recuerdo, pero hace tanto que no lo vivo...- casi te sonríes, pero, de nuevo, estás hablando al gota a gota que caía- ...porque hay que entrar en tal grado de depresión, de alejamiento del mundo real para sentirlo...No me permito caer ahí desde hace mucho tiempo.
- ¿No te permites o no te permitías?- te interrumpo- ¿Por qué me estoy enfureciendo otra vez? Te quedas un instante en silencio, me miras, apartas de nuevo la mirada y retomas a tu aire. Yo siento alivio. - No es melancolía. Es, casi, un aislamiento sensorial. El mundo, la gente, se mueve con un latido que tú ya no sientes. Te paseas por la calle sordo, casi ciego, aunque percibes los colores más nítidos que nunca, pendiente sólo de tu propio mundo interior. En ese sentimiento permanecí sumergida durante muchos años: El Universo camina, pero tú has dado un paso a un lado y observas el trascurrir de las cosas. Te son ajenas. Ya no participas. Tal vez fuera el insomnio, las luces tan brillantes de los locales, el alcohol, el cansancio. Tal vez no fuera eso todo, tal vez hubiera algo más. Con la música siempre sonando, en ocasiones compañera pero, las más de las veces, empujando, hiriendo, acuchillando. Recordando todas las cosas que no querías recordar, los mundos que no quisiste conocer. Dañando.

No sé si entiendes que sigo estando aquí. La poca luz que entra solamente permite ver tus manos, colocadas muy serias en tu regazo, estremecidas al ritmo que marcan tus palabras. Ligeros espasmos. Como los pequeños sustos que sobresaltan tu cuerpo cuando estás a punto de dormir. Sé que solamente estás pensando en voz alta pero son estas ideas, que siempre he querido saber, las mismas que, ahora, no quiero escuchar. Siento rabia.
- ¿ Sabes?- más que hablar, agredo- en la actitud de los autodestructivos hay un deje de rencor, un grito de a tomar por culo el mundo del que se sienten aislados, que les ha abandonado, que me repugna. Pero tú  te comportas con la frialdad, la tranquilidad, de los auténticos suicidas. Un suicidio lento y prolongado, saboreado y anticipado. Que tiene más del auténtico placer de ver sufrir a alguien que desprecias y odias de verdad, a ti misma, que la ridícula llamada de atención del inadaptado que no se comprende, ni a él, ni al puto mundo que le ha tocado vivir.

Cae el silencio entre nosotros. Esta vez pesado como un yunque, como un mueble. Un armario. Un oso escondido en un armario. Un mastodonte pesado y asqueroso que no  podremos sacar de la habitación jamás. Oigo tu respiración entrecortada. Oigo la mía, furiosa: La furia de los justos. La de la razón.
Y en esto entra Ana festiva, arrastrando sus zuecos silenciosos, y su olor a algodón limpio y colonia fresca invade el cuarto, tarareando suave. Enciende una luz junto a tu cama, te arropa, se vuelve hacía mi, sonríe. El momento ha pasado.
- La felicidad es miedo a volver a ser infeliz- murmuras por lo bajo, pero sé que aún estás hablándole al goteo.

La felicidad no es más que miedo a volver a ser infeliz. 

6 comentarios:

  1. La felicidad no es más que miedo a volver a ser infeliz.

    Esta frase me recuerda, aunque lejana en su concepción y sentido a esta otra. La verdad es aquella clase de mentira que nos sirve para vivir.

    Es de ese tipo insustancial: Nietzsche.

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  2. Bueno, suena lógico. Como tú bien sabes, tengo infinidad de cosas en común con Nietzsche, paralelismos vitales y conceptos filosofales. Por ejemplo: Yo creo que Nietzsche era un mierda. Seguro que él opinaría lo mismo.

    Por lo demás lo de siempre, los pájaros cantan, las nubes se levantan ;)

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  3. saboreando las rutinas del suicida....

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  4. Ya. Pero la felicidad no existe, no. Es sólo un espejismo que nos impulsa a seguir caminando. Una especie de truco que desarrolla nuestro cerebro, a veces, para obligarnos a sobrevivir cuando no entendemos nada.

    Al otro lado de nuestra piel sólo hay un abismo inmenso que nos separa del mundo extraño. Y lo más extraño de todo es que sólo nos interpretamos a nosotros mismos -a lo que ocurre a este lado de la piel- por medio de lo que ese extraño exterior nos dice que somos. Usamos las palabras de otros para decir qué nos pasa.

    Y el amor sólo es un espejo deformado que nos pone en contacto con nosotros. Solo estamos solos.

    We are sailing on a strange boat

    Besos!

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  5. Precioso comentario, como siempre :)
    Especialmente cierto que nos definimos a través del lenguaje exterior, en cualquiera de sus formas.

    ¡Besos!

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