domingo, 27 de diciembre de 2009

El placer de los Otros







- Cómete una gamba antes de marcharte, mujer-
- Que no, en serio, que vamos con prisa-
- Pero mujer, una gamba que daño te va a hacer...además me estás haciendo un feo-
Un feo...me tenía que haber ido a cagar a su casa esta mañana para que supiera ella lo que es un feo. En fin, la gamba, la gastroenteritis de la gamba, y los planes de la mañana a tomar por el mismísimo saco.
¿Habéis intentado alguna vez escribir con el portátil sentados en el servicio?
No, yo tampoco.

He pasado el día poniéndome al día con las amistades virtuales, visitando blogs, contestando emails, teniendo alguna larga conversación por msn...Tengo un amigo que está a punto de pagar la hipoteca de su piso. Diego trabaja durante toda la semana fuera de la ciudad y los fines de semana ayuda a su padre en el negocio familiar, tiene piso, coche, motocicleta... es un chico majo, trabajador, detallista; Dieguito es un escritor más que potable que antaño adoraba trabajar en relatos de ciencia ficción que encuadernaba y enseñaba a los amigos ansioso de conocer nuestra opinión; Dieguito tiene dinero en el banco, una familia solvente que le respalda, amigos que le quieren y le apoyan; Dieguito es inteligente y amable, con un agudo conocimiento de las miserias humanas, no hay nada que se le escape...Dieguito se siente solo: Muchos Sábados trabaja horas extras para no quedarse en casa.
Dieguito quiere tener una novia, casarse y tener familia; le bastaría con conocer a una chica maja. Dieguito no tiene aficiones, no viaja y, sobre todo, no gasta. El primer año en su casa nueva, escandalizado por la factura del gas de Diciembre apagó la caldera para siempre. Esta semana hemos tenido 10 grados bajo cero y Dieguito, sentado frente al ordenador, se queja de que hace frío.
Cuando la ingle le aprieta, Dieguito se va de putas. Pero nunca le he visto hablar con chica alguna.

Dieguito hoy me ha preguntado que tiene que hacer con su vida para ser feliz. Yo me he tomado un momento, he echado un vistazo a mi alrededor (las velas blancas y rojas encendidas alrededor de las guitarras, la madera brillante; los perrillos convertidos en un montón de pelo caliente y maloliente sobre el sofá destrozado, los libros amontonados en las esquinas, en el suelo, sobre los muebles, en doble fila en las abombadas estanterías, en esta casa de alquiler que nunca será mía, con su calefacción compartida con el vecino de arriba, con mi estómago bullente tal y como suele estar...)Todas las cosas que me gusta ser, hacer y estar me rodean en este cuarto desde el que escribo, recuerdos de viajes, fotografías de amigos, las ilustraciones enmarcadas de Macizo, mis manuscritos, mis fotografías en blanco y negro. Todas estas cosas son el reflejo de lo que soy y enseñan la vida que llevo; la que he elegido, y he sido consciente de que no podía contestarle la verdad: Que si no te gusta la VIDA, da igual las cosas que a la vida  pidas. Que da igual tener pagado el piso con 33 años, dinero en el banco, una situación deseahogada. Porque sé que ciertas cosas que los seres humanos hacemos, nos dejan una huella indeleble y, cuando quieres volver atrás y recuperar la persona que eras, ya no puedes nunca más.

Así que hoy he mentido a mi amigo y le he contestado que con esfuerzo todo se consigue, que no cejara, que luchara, que continuara con esperanza hacia arriba, siempre hacia arriba. Pero Dieguito, El Dieguito obsesionado con pagar el piso...no creo que vaya a entender que ya está atrapado (quizás para siempre) en la trampa más vieja del mundo. Dejar de vivir.

Esta noche, he vuelto de las luces del centro, de los colores y los olores de la Navidad de mi ciudad, con la áspera sensación de no haberme cruzado con un solo ser humano mayor de 30 años que estuviera siendo feliz por las calles iluminadas, junto al carrusel y al Árbol, el día después de Navidad. Y estoy siendo consciente, mientras escribo esto, de que ya no me queda ni un sólo amigo que esté haciendo exactamente lo que quería hacer con su vida, cuando teníamos 25. Por eso, muchas veces al final del día, el estupendo ser humano con el que vivo y yo nos sentamos arropados con la manta...con el trozo de manta que nos dejan los perrillos y sentimos que nos ha tocado la Fortuna con su varita mágica.

Pero es una mentira y no nos dejamos engañar; para hacer lo que quieres hacer, cada día, tienes que renunciar a muchas cosas y sentirte muchas veces solo; y tener dudas y, a veces, sentir que has equivocado tu camino.

Dieguito, que era un chico normal hace sólo 7 años, ya no lo es. Se ha convertido en un aviso.
Dieguito ya no escribe.
Dieguito es mi amigo.




Aunque es tarde, he cojido la guitarra y me he acunado tocando bajito

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