jueves, 10 de diciembre de 2009

Alejandrina

Paso nº1 de la Exaltación de la amistad, yo te vendo el apaleao a ti y tú me pagas el polen culero a mi.

Nos sentamos en el suelo alrededor de la mesa baja. Está cubierta con una tela india anaranjada, sesentera, y en las paredes hay colgados posters de Janis Joplin y Jimmy Hendrix. Hay luces suaves y lámparas de lava de colores. Me sonrío por dentro, es todo tan obvio.
Desde hace un rato los chicos entran y salen de la habitación, ultimando sus negocios. Alejandrina está preparando, o intentando preparar, un pastel de marihuana en la cocina. A mí me revienta todo este trasiego y me revientan estos tipos. Mientras sus padres les pagan la casa, el coche, la facultad, ellos se pagan los discos, los libros, la televisión de plasma y su propio consumo poniendo unos ahorros en el negocio. Luego lo venden a sus amigos.


Alejandrina me pide que la lie uno a gritos desde la cocina. Se lo lio y pongo música, sonrío a uno de los imbéciles al pasar. Saco hielo del congelador, lo enrollo en un trapo de cocina y lo golpeo contra la pared para picarlo. Preparo ron en vasos anchos. Alejandrina, con las manos enharinadas me hace un gesto y la acerco la copa a los labios. Lleva una camiseta de algodón ligero que la ciñe los pechos pequeños, sin sujetador. Bebe con sed, mientras yo sujeto el vaso y veo latir una vena pequeña en su garganta desnuda. Podría tirármela cuando quisiera, pero no me iba a divertir ni la mitad. Se pone a hablarme de los grandes planes que tiene para el festival de música y de todo lo que haremos esta noche, convenciéndome. No tiene que convencerme de nada, definitivamente está mucho mejor callada.


Paso nº2 de la Exaltación de la amistad: Los amigos están para follar y drogarse cuando no hay nada que ver en la tele.


Idiota número 1, 2 y 3 han ultimado que será Idiota número 4, que no está presente en estos momentos, el elegido para bajar al moro esta vez. Estuvieron pensado durante un tiempo hacer los bisnes con el paquistaní del badulaque, pero su mierda no es buena. Fascinante. Desconecto y entro en el dormitorio. Sobre la cómoda, en un acuario vacio, el micelio de pasta de arroz que hemos estado cuidando con mimo y esmero ha decidido dar sus frutos justo esta noche y decenas de diminutas setitas moradas se estiran y crecen que es un primor. A medida que se abren hay que cortarlas y ponerlas a secar bajo un foco. Escojo la más larga de las que ya están secas, me la pongo en la lengua y la aprieto contra el paladar. Me encantan los viernes.
Te has comido una seta- Alejandrina entra enfadada en el dormitorio.
Nu- contesto sin abrir la boca. Hay que ver lo que hay que hacer para divertirse.

Por fin nos quedamos solos los cuatro. Ellos hablan, ríen, hablan, beben al rededor de la mesa anaranjada. Sobre el mantel hay una naturaleza muerta: Rastros de farlopa sobre la funda de un deuvedé, trocitos tristes de costo, más setas, tres paquetes de tabaco, el envase del regalo de un huevo Kínder Sorpresa, bombones suizos, un chupete de color rosa, la correa tachonada del perro…ceniza. Me lio un peta, doy una calada larga y caliente y cojo la cámara. Colecciono fotografías de mesas: Reuniones familiares, cafés con los amigos, consultas del dentista. Nada de caras, poses y sonrisas, sólo los objetos dejados sobre manteles y mármoles, encendedores, llaves, teléfonos…Me gusta mirarlas. Noto el tirón conocido en la nuca y mi espíritu se sale un poco de mi cuerpo, bajando, bajando, cayendo. Me río. Ricardo me mira extrañado.


Alejandrina apaga las luces y empezamos a ver la película. El aire frío huele a hachís y al bizcocho dulce que se cuece en el horno. Apoyo mi espalda contra Ricardo, Alejan-drina se sienta entre mis piernas abiertas, coge el porro de entre mis dedos. Alguien me está acariciando el muslo, quizás sea Tiesto, quizás sea el perro. Me río. Se oyen nuestras respiraciones en la oscuridad. Al cabo de un rato Ricardo se levanta y tira de mi brazo, me lleva hasta el cuarto del fondo del pasillo y cierra la puerta.

-¿Qué te pasa? – le digo. Él apaga la luz. Me quedo en silencio, contra la puerta, esperando a que hable y él apoya su frente contra mi clavícula. -¿Qué haces?- repito, pero ya sé lo que está haciendo. He oído la cremallera de su pantalón bajando. Se está masturbando contra mí y no con mucha maña, por cierto. Me muerdo los labios para contener la risa, el muy tonto… De repente me coge por la cintura, me da la vuelta y me tira contra la cama. Esto ya no tiene gracia, forcejeamos en silencio (no muy en serio) me levanta el jersey por detrás y antes de que me ponga a la defensiva de verdad noto el semen caliente sobre la piel de la espalda. Se incorpora, se sube la cremallera, abre la puerta y se va. A ver la película. Esto es lo que me pasa por salir con drogadictos para tener material para la escritura- pienso. No me llamas, no me escribes…

Paso nº3 de la Exaltación de la Amistad: ¿Nos conocemos de algo? ¡ah, sí!, creo que una vez te corriste sobre mí.

Veo a Ricardo todos los viernes. Es el marido de mi hermano Tiesto. Pero ahora ya no voy a su casa y ya nunca veo a Alejandrina, con sus pezones dulces. De repente no les parece bien que fume canutos con ellos y quieren que hagamos cosas más propias de un chico mi edad. Por eso este finde vamos a la Warner. A la montaña rusa. Cogeré mi cámara y seré un chico bueno. Mientras termino de escribir esto doy dos caladas rápi-das, me pongo el uniforme y guardo los libros de texto. ¿Será este relato una buena redacción para clase de lengua?


Yo creo que sí.

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