jueves, 3 de octubre de 2013

Hurt (8)

Hago un esfuerzo consciente por atender a aquellos que me quieren, estoy envuelta en una desidia envuelta en dedicación envuelta en miedos. Mis temores son como un caramelo. Consigo estar lo justo para ser un hola disfrazado de entusiasmo, una sonrisa social, dar un poco de cariño, pero vivo su necesidad de mi como una violación de lo que me es más sagrado. Me repele mentir en lo más sencillo, como si me obligaran a limpiar su encerado con mis manos desnudas. Me hace odiarme. Ya no puedo soportar más la banalidad de las cosas, de las ideas, de los conceptos. He perdido por el camino de encontrarme la necesidad más intrínseca al espíritu humano: Explicarme. Consigo rememorar la sensación hiriente de la necesidad de contacto, como la carne viva bajo el padrastro que te enganchas, una y otra vez durante días, pero el recuerdo no es urgencia suficiente para merecer el trabajo. Atiendo a los que me quieren porque les quiero. Mi corazón no está seco después de todo: Enhorabuena pues, ha sido niño.
No estar en el lugar en el que debes estar, no ser en el sitio donde quieres ser, no poder acceder a lo que dabas por hecho. Mis sueños no están hechos de sexo enfebrecido a las dos de la mañana, ni de arena entre los dedos de los pies al borde del agua efervescente y oscura. Me masturbo pensando en conversaciones en las que no conozca el final de cada frase y en las que aparezca un concepto tan brillante que parezca recién parido a este mundo sólo para ser oído por mi, como la niña que come un pastel más grande que sus propias manos y mira asombrada al escaparate de la pastelería. Un nuevo mundo de posibilidades en las que apaciguar tanto aburrimiento.
Las palabras. Las palabras de nuevo. Caigo que viejas costumbres y aparezco al borde del camino, creyendo que mi sola presencia va a atraer de nuevo al pasado, que el mundo se ha parado y sólo funciona cuando yo enciendo mi interruptor mágico. Pero he cambiado. Y los viejos dolores, los viejos hábitos, los entretenimientos del bondage virtual con el que castigamos nuestros cuerpos para ser menos conscientes de la mierda inhumana en que estamos atrapados (y seguiremos atrapados por los siglos de los siglos hasta que todos muramos) ya no sirven. Ya no alivian, ya no tapan el Agujero porque el agujero ya no es tal y ni siquiera existe (oh, sorpresa), y es la costumbre la que te ha llevado otra vez al borde del camino, obviando el miedo del drogadicto desintoxicado, tan requetelimpio y seguro de si mismo, que decide ponerse a prueba y darse un homenaje, confunde la dosis de novato que se estrena por aquella con la que terminó el último día. Y se estrella. Y aún así va a hacer la prueba.
No hay mucho que hacer llegados a este punto de la historia. El camino es nuevo, no hay nada escrito. Puedes volver a (intentar) ser el despojo humano victimista disfrazado de adulto competente o reconocer que estás solo, que tienes miedo, que no hay guía. Que necesitas más de lo que te puedes proporcionar  a ti mismo. No das la talla, no eres bastante bueno. Pedir ayuda. Dejar de jugar a tener tu mundo resuelto, mostrarte por dentro. Pasar el suplicio de la burla a cambio de la recompensa de dejar de joderla.
Por una vez. 
No ser como el resto.




1 comentario:

  1. Rompe una piedra
    que se vaya lo viejo, que deje poso
    úsalo
    es el polvillo que sobrevive
    que brilla
    salta
    siempre hay suelo
    cuanto mas tarde mas distancia
    mas golpe
    no mientas
    lo que eh es
    pero adorna, que el desnudo aburre
    sexo
    comida
    corazón de tinta derramada

    prefiero un sugus, el azul por favor.

    Buena trayada, sin aristas.
    Un saludo. Johnson U

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