sábado, 20 de julio de 2013

El Sur

Los guays avanzan por la memoria que nos es propia, desmenuzando, descuartizando cada molécula de lo que hace a lo especial especial, convirtiendo, devorando, cambiando a su paso todo lo excepcional para hacerlo más llevadero, más cómodo, más más. Los guays conforman, igualan, atesoran y, por ello, cambian y destruyen. Los guays descuartizan y, en el ínterin, ejemonizan. Los guays mandan.


Yo no sé escribir canciones de amor a avenidas bulliciosas, mientras el calor del día acumulado sube suave a oleadas del asfalto en el fresco de la noche que comienza.

Yo no sé rememorar en voz alta la sensación acongojada de  lugar encontrado en el mundo. Los lugares desaparecidos del mundo físico, se degradan en imágenes infinitamente deformadas en la memoria que ya no podrá nunca más ser refrescada. Está hecho.  El pasado muerto y el futuro una idea de futuro que no podrás alcanzar con tus manos jamás. Nunca jamás.

El mundo físico es una fantasía que nos tienta a creer que podemos tener lo que no sabemos si quiera que existe. El recuerdo es, por tanto, tanto más válido que cualquier experiencia por vivir, la fantasía, más real que cualquier proyecto que se pueda realizar.

Todo ha desaparecido, consumido por el afán que tienen los que no tienen más que dinero en sus bolsillos. Una vez desaparecido, encontrarán la manera de conseguir más y un nuevo lugar dónde gastarlo, desgastando también en el proceso todo aquello que para quien vive por dentro era valioso. Mi mundo ha desaparecido bajo el afán consumista de quien consumiendo consume su tiempo y con ello su vida y la mía. Mi hogar pertenece a otro que no puede amar los árboles que no ha sentido crecer lento y pausado entre sus brazos, mis paseos se han convertido en avenidas comerciales en las que fotocopias de fotocopias de revistas de moda se pasean por aceras reformadas iguales que otras. Mi padre ha muerto y con él ha desaparecido del mundo su presencia como si jamás tanto esfuerzo hubiera existido. Me despierto en la mañana de una mañana que no es mañana ni es nada a penas más que la conjunción de un frenesí que lleva a un frenesí que acaba en un frenesí seco y árido como la recepción de un banco.

La llave de los secretos, en mi bolsillo, escuece con la certeza aprendida a río pasado de que una vez girada, ya no hay vuelta atrás. El telón se ha levantado, el iniciado tiene que asimilar lo aprendido o desaparecer. Pero desaparecer ya nunca será una opción en una realidad en la que la realidad ha desaparecido. A veces, en la noche, la fiebre y el sueño me recuerdan lo que para otros es lo único. Si pudiera volver ya no lo haría. Si pudiera volver a empezar, no lo intentaría. Si pudiera desaprender, reaprendería.


Reid mientras podáis vivir engañados, bajo el manto estrellado que promete daros a la mañana siguiente la clave que os permitirá comprar todo aquello que os ha sido prometido. La realidad tienen tantas caras como capas podáis levantar antes de cejar en el empeño de saber más de lo que es razonable en una sola vida. Todas ellas son válidas y la siguiente siempre muestra que la anterior no era más que una máscara engañosa. El cacao seguirá haciendo grumos deliciosos en la leche fría, el último cigarrillo será siempre el más corto y más ansioso, el último polvo continuará rememorando todos los que dejaste pasar en el camino. Los cuarenta son los nuevos treinta y los veinte siguen valiendo una mierda como siempre. Tu sendero no lo escribe ningún político en la tele y cuando mueras lo que te quedará será lo que no tuviste las agallas de enfrentar, no lo que no hiciste.

Y todo esto empezó en una calle bulliciosa, entre la brisa fresca del verano, en un tiempo y un espacio que ya no existe.







1 comentario: