jueves, 7 de abril de 2011

I' m in a train, I can't explain

 Ya sabéis, first play, luego...


¿ Sabes uno de esos días horribles, en los que poco a poco los acontecimientos van degenerando en una especie de realidad surrealista en la que acabas perdiendo, por completo, el poco control que tienes sobre tu existencia y sobre la realidad que te rodea, y acabas siendo muy consciente de ello; hasta que la consciencia de tu propia pequeñez e impotencia se convierte en lo úuuuunico real, lo único que te pertenece realmente?


Pues multiplícalo por tres. Meses.


Es un día nublado. Caliente y húmedo. Te juro que la percepción de mi propio cuerpo, de su incomodidad, del sudor, del roce desagradable contra otros seres humanos, por la calle, del dolor y del cansancio  me tiene totalmente absorbida. Como si no hubiera un más allá ni un mañana ninguno. A tomar por el mismísimo culo.


Estoy en un tren. Un tren de cercanías, sin aire acondicionado. El soberbio paisaje que pasa ante mis ojos, a veces de prisa, otras lentamente, resulta tan incongruente. ¿ Cómo pueden ser las cosas así? ¿Quién ha inventado esta puta mierda? Tan hermoso, tanto. Tanto que tengo que apartar la mirada del exterior porque el contraste entre lo que veo y lo que siento me produce nauseas. Entonces mi vista se fija en una nuca. Una simple nuca de chico, una piel blanquísima y con pecas, que asoma bajo una melena castaña y descuidada, bajo los flecos de un pelo que, seguro, conoce la peluquería de ciento en viento y a la rastra. El mundo, con esa magia especial para hacer lo que le da la gana, cuando le da la gana, se ha parado y el silencio lo envuelve todo. No más sonidos de conversaciones a  mi alrededor, no más traqueteo de tren, no más la voz en mi cabeza preguntando una y otra vez por qué. Un silencio sorprendente, una nuca de chico, tersa y suave. Cuatro pecas.


Noto mi mano derecha, claramente, moverse sola. Mi sistema nervioso central nota los músculos de mi antebrazo tensarse. Bajo la mirada sólo para comprobar a este apéndice, de repente extraño, independizarse del resto mi cuerpo, tan feliz, y largarse pendiente arriba a hacer su vida propia. Adiós, adiós, que me marcho a hacer las américas. Sígueme si quieres. Y si no, no. Casi reprimo una carcajada. Mientras, el tren se ha ido acercando a su siguiente parada, que no es ni de lejos la mía, pero preveo que va a tener que ser la mía. Porque no hay fuerza viva que vaya a conseguir apartarme de esa nuca anónima como no aproveche la fuerza centrípeta de la locomotora y me levante y me pire de alli. Corre, corre. Porque igual que hace apenas treinta segundos estaba obsesionada con el peso del mundo, ahora lo estoy con posar los labios en una de esas pecas y apretar contra ella mi lengua. Ñam.


Justo cuando el tren decelera y da el último traquetazo hacia atrás, antes de pararse ante el andén vacío bajo el sol, van a ocurrir atropelladamente once cosas. Por orden, veamos. Mi cuerpo, listo, obediente y cauteloso ( yo soy lista y cautelosa) se levanta del tirón del pegajoso asiento de skay rojo y tira de mis ganas, pocas, hacia arriba. Mis auriculares, que han permanecido olvidados sobre mi regazo, caen al suelo rompiendo el silencio perfecto como si un 747 se hubiera estrellado en el patio trasero de un monasterio budista. En el Nepal, ahí arriba. Mi mano derecha, en su intrépida aventura de abandonar el todo que es mi cuerpo, acaricia la nuca, suavísima, que tengo delante y  un choque eléctrico brutal, mezcla de pavor por lo que acabo de hacer, de delicia por lo que acabo de sentir y de puro deseo sexual me arrasa la entrañas de arriba a abajo y luego otra vez. Pero al revés. Y se me hiela el sudor sobre la frente. El propietario de la nuca pecosa se gira ligeramente, a medias confundido por algo que  puede ser o no que crea o no que ha sentido que ha sucedido o no, a medias confundido por el ruido de la caída, explosión y destrucción del Boing 747 y de sus 120 ocupantes contra el suelo del vagón del tren. El dueño de la nuca deliciosa se agacha a recoger el Boing y devolvérmelo,  van cinco cosas, mi cuerpo, que visto lo bien que le ha ido a mi mano, también está en proceso de independización, se agacha a su vez a buscar supervivientes y realizar labores de primeros auxilios. Un pasajero del lado derecho del tren, más rápido que listo, elhijoputa, recoge los auriculares y los pone en mi mano, me refiero a esa que, a estas alturas, ya tiene hipoteca, tres hijos, una esposa, dos amantes y ya nunca me llama por navidades, que crueles que pueden ser lo hijos, joder. El propietario de la nuca que me ha cubierto de sudor frío termina de girarse del todo.


Sus ojos se posan en los míos. Lo reconozco. Tan rápida y sorprendida como él a mi. Porque nos hemos visto en la estación, a punto de coger cada uno su tren, cientos de veces. Una oleada de química, tan palpable que llena todo el vagón del tren,  intoxica a todos sus ocupantes y les mata de golpe, se cruza entre los dos. Entre él y yo. Van once. El tren se ha parado. Han pasado 3 segundos y cuarenta y siente décimas.


En un incomprensible arranque de recuperación del control de mi cuerpo (de mis bragas no hablamos) me enderezo, me arranco de encima los ojos verde aceituna que voy a tener clavados en mi cerebro para siempre. Me bajo del tren. Y no me daré la vuelta al oírle partir. 


Estoy a doce kilómetros de mi casa.


13 comentarios:

  1. Simbiosis
    ¿Debimos darnos la vuelta?

    Precioso relato :)

    ResponderEliminar
  2. ¿ Erotismo o pornografía?

    ¿ Cómo que simbiosis? Me parto, juas.

    Muchas gracias :)

    ResponderEliminar
  3. Erotismo total, por supuesto.

    La simbiosis por algo que escribí el otro día, ya estas yendo a leerlo. O no, no, que hay algo de Carver.

    ResponderEliminar
  4. Espectacular texto, acojonante.

    Aparte de eso, el otro día me temo que yo también me enamoré de una nuca. Pero mi mano no es nada independiente. Mi voluntad es de hierro. Mierda.

    Aunque el propietaro de la nuca no paraba de arreglarse la camiseta por detrás, como si algo le estuviera haciendo cosquillas. ¿Qué sería?

    ResponderEliminar
  5. A veces me pregunto para qué coños escribo. En el blog me refiero: El otro día lo comentaba con un bloguero (retirado, me temo) y escritor (laureado, el mamonazo) y él me decía que igual me había llegado el momento de cambiar de aires. Signifique eso lo que signifique. Pero tampoco me veo entregando originales ni presentándome a concursos vendidos de antemano. O igual no. Lo de vendidos digo.

    Supongo que no puedo, ni debería, quejarme. Al fin y al cabo, para alguien que se niega a comentar, prácticamente, blogs ajenos, y para quien la etiqueta internetera consiste en mandar a cagar, figurada y literalmente, al personal unas 15 veces a la semana, tener 900 lectores mensuales ( publicando una medía de 4 entradas al mes, 3 de ellas indescifrables) y unos 2 comentarios por entrada está pero que muy bien.


    Luego aparece alguien, que suele dar la casualidad que se encuentra en el grupo de las personas que me lee escribir gilipolleces sin ninguna pretensión de nada que no sea entretenerme a mi misma y a mi retorcido sentido del humor, y suelta una perla del estilo "brutal" o "acojonante"

    Y no sé bien si se debe al asperger (o no, y se debe bien a otra cosa que bien conozco), pero yo doy las gracias y me encojo de hombros. Agradecida, sí. Pero sigo sin aprender nada. Sigo sin saber para qué ( como la música de Otis Gribbs) mierdas sirve esto.


    Luego, si hay suerte, y sabes, me duermo, sueño y, rápidamente, llega la primavera.

    Gracias por estar, por leer, por comentar :)

    (Esto es para K, obviamente)

    ResponderEliminar
  6. Querida wiz, el texto de carver en tu blog es un raro ejemplo de sentido del humor obvio. No suele serlo tanto. CArver tiene la cualidad de que le leas con los ojos bien abiertos y te mantiene en la tensión justita y necesaria para ello sólopara poder, en el último momento, meterte una puntilla por la córnea, hasta dentro. Hasta llegar al cerebro.

    Luego te preguntas por qué coños le sigues leyendo. Pero es que los seres humanos nos sentimos atraídos por las figuras geométricas perfectas. Aunque estén construídas a base de imperfecciones humanas, de brutalidad emocional, de sangre, de semen y de lágrimas.


    Hay mucho más que talento en esos textos. Hay trabajo.

    ResponderEliminar
  7. Siempre se aprende, siempre. Aunque parezca que das vueltas en círculos.

    El talento hay que trabajarlo, por eso yo tengo tan poco, jajaja. ¡Coño! me ha gustado esto, me lo voy a poner de firma, juas.

    ResponderEliminar
  8. Pues visto lo visto a mi el relato no me ha emocinado nada.

    Así no agradeces, ni piensas... ;-)

    ResponderEliminar
  9. Creí que la nuca del chico se iba a independizar también, y bajar con tu mano independizada en la estación anticipada. Pero como sois tan posesivos...

    ResponderEliminar
  10. Izan:
    Pero eso no quita que siga metiéndome contigo alegremente,¿ verdad?

    ResponderEliminar
  11. NoSurrender:

    Semos gentuza, los seres humanos ;)

    ResponderEliminar
  12. Y me he vuelto a leer el puto relato.

    Que no hay tu tía.

    Pero bueno,

    Bah

    ¿No?

    ResponderEliminar
  13. Sí, claro. Bah. Mi vida es un continuo bah; uno más no se nota, ni producirá ningún cambio, al menos no ninguno apreciable.

    Bah para ti también, querido.

    ResponderEliminar