sábado, 15 de enero de 2011

In the End of Silence

Hay momentos que quedan retratados en la retina de la memoria, paralizados para siempre como en el relato extraño de otro, momentos que apenas puedes entender que fueran, en algún tiempo, tuyos; tienen el sabor metálico en el cielo de la boca de la sangre, la sangre ajena entre los labios, tus labios. Más que rememorarlos, los sobrevuelas con la distancia debida, irreconocibles y reconfortantes, como los dolores necesarios del parto. Son esos momentos, y no otros, los que te definen, y el que hayan pasado para siempre, lo que te permite seguir viviendo.



 

First play, 
luego lee.


El verano del 96 fue un puto infierno de calor en Philadelphia. Sentada contra el respaldo del viejo Taunus, notaba mi cuerpo pegarse a la tapicería, hora tras hora, milla tras milla. Me quedé sola en la vieja casa de piedra gris de Allens Lane, y me acostaba con el destartalado aparato de aire acondicionado encendido bajo la ventana abierta, atronando sobre el sonido cacofónico de la ranas croando. Cientos de ellas hundidas en el cieno de la piscina abandonada, abajo, en el jardín. Irreal. Las noches eran eternas, las horas eran eternas. El tiempo no pasaba bajo el techo de pizarra de mi buhardilla encantada.
Por las mañanas cogía el tren hasta el downtown y recorría las tiendas de libros de viejo y de discos. Luego conducía, conducía, conducía por las viejas carreteras entre los campos de los amish, con sus vallitas blancas bajo las torres de radio , hasta la frontera interestatal con Nueva Jersey. Pero nunca la cruzaba.


Por aquel entonces alguien me había regalado la autobiografía de Henry Rollings, Get in The Van, y leerla una y otra vez se convirtió en una especie de malsana obsesión. Como hacerse cortes en los brazos, o casarse con un maltratador; una pulsión irresistible. Cuanto más la leía, más entendía, cuanto más entendía, menos quería.

"Sometimes the truth hurts.
And sometimes it feels real good."

 Mis lugares de referencia habituales empezaron a cerrar por vacaciones y, sin trabajo a la vista durante semanas, empezaron a aflorar todo tipo de raras obsesiones que no había reconocido hasta entonces; caminar hasta el agotamiento cada atardecer colina arriba, hasta que las últimas luces me encontraban en lo alto de Germantown Avenue. Allí donde las más pudientes familias negras tenían sus mansiones, las luces de jardín  recién encendidas, y darme la vuelta y mirar hacia abajo, entre las sombras de los árboles a la avenida ahora a oscuras. Visitar los salones de tatuajes de South Street,  a mediodía, y hablar con los viejos tatuadores. Pasearme entre las Harley Davidson, brillantes y cromadas, de moteros que, estos sí, iban armados. Sonriendo.

"My body is exposed to the elements, 
rain, wind, poisoned animals;
hurting me, bleeding me,
defining my form"

Dejé de llamar a la gente, de ver a la gente, de hablar con nadie. Cada noche, cogía el coche y conducía hasta Candem, o hasta Philadelphia atravesando la zona sur, sólo para escuchar tocar a los Steamroller Picnic versiones deplorables de Pear Jam, para beber cerveza tibia de a 25 centavos en vasos de plástico que te regalaban con la entrada al local, para acabar vomitando entre los cubos de basura de la parte de atrás; para comprobar si sentía algo, si echaba algo de menos, si estar absolutamente sola era posible, si era deseable. Si me podía romper, de alguna manera. Si me importaba.

"Loneliness adds beauty to life.
 It puts a special burn on sunsets
 and makes night air smell better."

Me compré una guitarra  Fender y la metí en el maletero del Taunus y, cada mañana, cada día, me prometía salir de la rutina en la que estaba metida, conducir hasta la orilla del Schuylkill, sentarme sobre la hierba fresca y aprender a tocar. Y cada noche terminaba sentada en el escenario del Maui, escuchando a J. D. cantar con la voz rota Daughter,  sintiendo la vibración del bajo desde las tablas y en mi entrepierna, sin conseguir sentir nada más que el efecto del pope  perdiéndose y la lejana ansiedad de conseguir un poco más.
"Enjoy life mode,
auto destruction  mode,
auto repair mode and then
enjoy life mode again."

Los 500 folios que escribí aquel verano quedaron perdidos, para siempre, entre revistas viejas y libros rotos en aquella casa de North Lambert Street en la que me quedé varada, cuando hasta el trabajo dejó de importarme. Cuando ya solo quedaba calor y polvo. Y dolor. Cuando hasta yo fui consciente que, o espabilaba, o no lo contaba. 

"You've got to get yourself respect"

Escritos en folios amarillos con tinta negra, están los relatos íntegros del verano bohemio, el verano bukowski, el verano insomne bajo la pizarra recalentada en la buhardilla encantada, la vida encantadora y divertida que de encantadora no tiene nada. El rastro de la voz de J.D. superpuesta en mi memoria sobre la de Eddie Vedder, para siempre, cantando daughter en el calor de la noche de Philadelpia, la cerveza pegajosa y caliente sobre mi piel, en mi boca, sobre la suya. Los acordes de la guitarra enclaustrada en el coche que estrellé contra la tapia de piedra gris. La vida sin sonido entre el estruendo de las ranas, del aire acondicionado que funcionaba a golpes, jadeando de alivio de ver las primeras luces apareciendo por la ventana y, por fin, poder dormir algo. Desaparecer. Ya no sentir más nada. La vida bajo el agua. Los mejores 500 folios que jamás haya escrito. Que jamás escriba. Entre la basura de la casa de yonkis en que convertí mi vida.

"I think about the meaning of pain.
Pain is personal. It really belongs to the one feeling it.
Probably the only thing that is your own. I like mine."

Tampoco había nada que Henry Rollins hubiera podido hacer por mi, más que guiarme por un camino que  él conocía bien, que ya había recorrido. Mientras leía Get in the Van iba aprendiendo como caer y como subir. Y qué hacer cuando ya no sabes que más hacer. Y dónde está el poder. Porque el poder está aquí.
Think, think, seek and destroy.


"I believe that one defines oneself by reinvention. To not be like your parents. To not be like your friends. To be yourself. To cut yourself out of stone" HENRY ROLLINS


Me quedo corta. Como siempre.

11 comentarios:

  1. No voy a hacer comentarios al contenido, sino al continente. Estás escribiendo muy bien últimamente. Sublime.

    :9)

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  2. Quien habló que la casa honró.
    :9)

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  3. En fin :)
    Por cierto, si buscáis entre mis contactos del Feis, encontraréis a J.D. Ya no hace versiones de Pearl Jam. Su música está realmente bien...

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  4. He pasado por aquí, que lo sepas (porque no puedo decir nada que merezca la pena ahora mismo). Y creo que esto es más o menos lo que quiere decir Bad ahí arriba, en el otro comentario. Esto es lo que leyó, diría yo.

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  5. Bienvenida K.:) Gracias por pasarte.

    Tengo que reconocer que, como comentaristas, no tenéis precio. Ninguna ;)

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  6. Ni ninguno. Mi Bah sigue siendo lo que pienso.

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