domingo, 13 de junio de 2010

Azores


 

Cuando por fin llegaron a poner el pie en la última de las islas, verdes y rocosas, azotadas por los vientos circulares en una danza sin fin y despiadada, tenía claro que había conquistado la última tierra deshabitada del Atlántico. Se hizo llevar anhelante a la costa occidental, hasta los acantilados que miran para siempre al sol que muere, la última tierra desde donde ver agonizar al astro rey.  Esperaba deseoso el atardecer ante el océano sin fin, sobre la colina que ningún pie antes que él había pisado, el último conquistador del Gran Océano.

Pero al  llegar no encontró ninguna tierra virgen, sino  la figura inmensa del atlante gris, ceñudo, con el brazo derecho levantado, señalando  con su dedo eternamente hacía el oeste. Allí donde la Madre Tierra se levantó en venganza por vez última y las aguas tragaron  ingenios y máquinas, poetas y sabios, guerreros y ascetas. Todos por igual con sus tierras yermas, sus campos de trigo y sus carreteras. Sus políticos y astrólogos, sus ideólogos y sus princesas, todos muertos, todas muertas. Bajo el agua. 

Incluso la figura del atlante gris de piedra fue tragada por las aguas, en su último viaje de camino a Portugal. Para que no quedara rastro alguno de recuerdo, sobre el planeta, de la raza que se atrevió a desafiar a la Tierra; el pueblo que se creía más sabio que las plantas, que los árboles, que los mares profundos que esconden cosas oscuras, donde ha de morar, con su memoria, la raza que pudo saber y prefirió reinar, y por ello fue castigada. Ni un soneto, ni leyendas, ni un edificio de piedra, ni la imagen de un hombre hermoso y rubio, más allá del fugaz rastro en el rostro de los guanches; la sangre pura mezclada, hasta el olvido también, con la sangre ignorante y caliente de los hombres de las cavernas.  

Los pájaros del continente aún buscan la orilla lejana, de la tierra donde sus abuelos nacieron alguna vez y, cada invierno, se adentran en el Atlántico hasta que el agotamiento les obliga a dar la vuelta; los ratoncillos del campo se abalanzan hacia el mar en vano, creyendo ver  a los lejos los campos brillantes de trigo y aún quedan seres humanos que, al morir la tarde, sienten el corazón angustiado y solo encuentran consuelo en  ver caer el sol al oeste. Y más allá. Bajo el océano frío. Y ni siquiera saben por qué.

5 comentarios:

  1. Atlantida!!!!
    Joder con la música mientras lo leía ha sido evocador. Genial!

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  2. Por favor, ¿me podrías decir la música de donde es? ¿1492 la conquista del paraiso? Es que me encanta. gracias

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  3. La música es del Codigo Da Vinci :)

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  4. La Atlántida fue un ensayo. En ocasiones me temo que cualquier día se va a levantar el telón.

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