martes, 2 de febrero de 2010

Mi paisaje interior




Dice Camila Läckberg que somos el paisaje en el que vivimos, la lluvia, la luz , los personajes, los campos...Y que los llevamos allí dónde vayamos.

En el parque hoy, leyendo el periódico al sol con su viejo perro Jay, está Francisco. Francisco es...no sé definirle bien con palabras ortodoxas. Para mi Francisco es un elemental del bosque. Un ser que atemoriza a los paseantes, habla con algunos, se enfada con otros. Durante largos años vivió en el parque con sus perros, dos machos, que no se toleraban el uno al otro. Así, al llegar la tarde, Francisco cogía a uno de ellos, cada noche uno diferente, y pasaba la noche en el suelo del parque, bajo una tienda de campaña casera, hecha con una lona de obra y una cuerda. De esta manera conseguía mantener consigo a los dos perros; durante el día uno le acompañaba en sus paseos incansables por la calle, por la noche dormía en el parque con el otro. Francisco tiene casa, vive con su madre, pero nunca se le ocurrió deshacerse de uno de ellos y vivir dormir cómodamente en su cama cada noche. Si los perros no podían convivir bajo un mismo techo, él se encargaría de que tuvieran la mejor vida posible, sin separarse de su amo. John, su pastor negro, era de un vecino del barrio, que se bajaba cada día con el perro al parque, le ataba a un árbol y le pegaba...hasta que Francisco le vió hacerlo.El hombre no apareció por el parque nunca más. Jay, su pastor alemán, tiene ya 15 años y, ahora que John ha muerto, baja al parque a tumbarse con su amo sobre la hierba al sol, con la más cuidada vejez que nadie le pueda proporcionar a su perro.

Francisco es pobre y, probablemente, haya sido o es drogadicto. También es la persona más amable con la que yo haya tenido tratos en nuestro parque durante todos estos años. Me ha bastado un grito, una llamada, para que acudiera a ayudarme si le necesitaba. Bajo y robusto como el tocón de un árbol, no es raro verle pasar las tardes de verano tocando percusiones en un viejo fregadero de cocina del revés, al ritmo que le marca su diapasón interno, o poniéndose en forma, el torso robusto y nudoso al aire, subiendo y bajando las escaleras de acceso al río, incansable como un gnomo, durante horas, espantando así demonios internos.

Mi galga le adora, le huele a 100 metros y echa a correr para lamerle y besarle. Hoy nos hemos sentado al sol, con los tres perros, bajo la mirada crítica de los vecinos del barrio que le preferirían internado. Francisco me ha hablado del mundo, de las leyes, de la política, de lo mal que está todo para la gente como nosotros, los que no hemos hecho una carrera y no tenemos un trabajo serio. Con un porro en la mano, el rostro envejecido... Francisco tiene 7 años menos que yo y está derrotado en un mundo que no entiende, un mundo que nunca se ha molestado en entender a Francisco. Me he dado cuenta con pena de que, en todo lo que hemos hablado, estamos de acuerdo. En todo. Y no he podido dejar de pensar en como los horrores que nos rodean siempre aplastan al sensible y al atento, no al débil. O al ignorante. Y he sentido un cariño auténtico por la situación de esta persona en la que me veo tan reflejada en tantas cosas y de la que sólo me separa lo más importante. Como escribió en su blog Démo Forever no puedes cambiar tus circustancias, pero sí tu actitud ante la vida.

Yo no quiero que el mundo me aplaste y me inutilice, aunque en los días grises del invierno,  la rabia y la frustración que me producen las cosas que no puedo cambiar a veces me ahoguen. Y tampoco quiero volverme ciega y sorda y sobrevivir centrada sólo en lo mío, aunque a veces me tape las orejas con las manos y cierre fuerte los ojos y grite, sólo para oir el sonido sordo de mi voz desde dentro. Y no oir, ni ver, ni pensar más nada. Me he despedido de Jay con una caricia y me he marchado a mi casa caliente con mis dos perros; y me sonrío. Porque la lucha no está en encontrar la solución a todos los problemas, o cubrirse de una coraza inexpugnable, que proteja todo lo que queremos.

La lucha está en la sonrisa tonta. Mierda. Así que seguimos sonriendo.

4 comentarios:

  1. Mi Francisco particular es un chatarrero de cincuenta y tantos años. Desde hace un par de años ejerce de aparcacoches ilegal. No tiene documentación, ni certificado de estudios, pero se las arregla para buscarse la vida aquí y allá, pagar su pensión, y tomarse sus cervecitas.
    Y te aseguro que es más letrado, más ameno y tiene más caballerosidad y filosofía vital junta que un montón de gente que estamos "sociabilizadas". Parece un tópico, pero es cierto.
    Incluso hasta coqueteando conmigo es un caballero de los pies a la cabeza, y dice que no se puede resistir por si cuela :)
    Es encantador.

    (Gracias por tus consejos sobre el blog, cuando te cuente la historia que te dije hace unos días por ahí abajo me pongo al lío.)

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  2. En muchas ocasiones dejamos la lucha para otro momento. ¿Está bien? No lo sé. Quizá sea una traición a nosotros mismos. Quizá sea una necesidad vital de descansar un poquito, no necesariamente para tomar impulso, sino tan sólo para por un momento contemplar lo peleado, y aun sin plantearnos si merece o no la pena, ver el camino avanzado.

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  3. Fiebre

    Es raro no encontrar en cualquier barrio un personaje así. Yo es que me fijo mucho en según que personas y no me entero de la misa la mitad de qué van las personas normales o populares. Así me va :D

    Carlos
    ¿Tú sabes dejar de pelear?
    Te he dejado un mensaje en tu casa, espero que lo leas y te animes :)

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  4. Ahh, de nada Fiebre, ya ves, pa' algo que sé!

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